Hacía tiempo que no lloraba mirando la tele. Me di cuenta de eso mientras lloraba, al acabar de ver el primer capítulo de Studio 60, una noche de hace ya muchos meses. En última la escena, los dos nuevos flamantes responsables de un programa humorístico (un director y un guionista) se quedan tras bambalinas, minutos antes del primer show de la temporada. El guionista mira los decorados y sonríe:
—¿De qué te ríes? —le pregunta el director.
—Es un bonito estudio —dice el guionista.
Ambos se quedan mirando el plató: el público ya en sus butacas, los actores nerviosos y maquillados, los cables, las cámaras listas para comenzar.
—¿Te gusta el estudio? —pregunta el director; el guionista asiente— Mejor, porque ahora vivimos aquí.
Yo sé que un ser humano decente debería llorar por otras cosas. Hay un gran abanico de ofertas en los telediarios y en la vida misma. Pero en general lloramos con lo que nos apasiona. Y a mí me apasiona la gente que hace humor en la tele y pone en ello el alma y las tripas. Me emocionan las personas que saben, como si se lo estuviera diciendo un ángel al oído, que hacer reír por la noche a uno o dos millones de personas cansadas, agobiadas del trabajo y del fracaso diario, es mejor que cualquier política, que cualquier paliativo y que cualquier acción social de los gobiernos.
Aaron Sorkin, el admirado, el enorme, el maravilloso dios rebelde de la televisión americana, habla de eso en Studio 60 on the Sunset Strip. Después de The West Wing (El Ala Oeste de la Casablanca), Sorkin apostó por una serie atípica, y también —no podía ser de otra manera— apostó por una serie que sería cancelada tras veintidós episodios; cancelada por falta de audiencia, claro.
Yo creo, y esto es una idea peregrina que debe leerse como licencia poética, creo que Sorkin sabía que esto iba a ocurrir antes de la primera emisión, porque el detalle del fracaso de la serie lo único que hace es epilogar, darle un broche de oro, a la hipótesis general que el creador tiene sobre la televisión de masas.
El tema de Studio 60 es la televisión. Ni se le ocurra a un solo lector de Espoiler descargar esta obra si no ama a la tele por encima de todo. Por encima de los libros, de la música, del teatro y de la escultura moderna. Studio 60 no es Friends, ni siquiera es El Ala Oeste. No es un entretenimiento, no es un pasatiempo de viernes por la noche, sino un ensayo sobre la televisión y sus mecanismos. Sobre la audiencia y su dictadura disfrazada de plebiscito. Sobre la presión de las cadenas y de las empresas que auspician los shows; sobre la moralina de la derecha y el progresismo barato de la izquierda; sobre los guionistas que se desesperan y van a los blogs a ver qué se dice sobre el último programa emitido; sobre el humor que podemos hacer después de una tragedia. Sobre la tragedia de la guerra. Sobre aquello que no podemos hacer ni decir, incluso en una democracia. Sobre la hipocresía de la religión y el desgano obsceno de los que no somos religiosos.
Es decir, sobre cosas que nos importan a muy pocos.
Studio 60 ha sido llevada a la cima en todas las críticas que he leído. Pero las críticas sobre televisión las hacemos los adoradores de la tele. No encontré, en Internet, foros de jóvenes enamorados de esta serie, ni chicas desesperadas por lo guapo que salía Chandler, ni madres comentando el último capítulo por teléfono con sus amigas. Studio 60 no es una serie para la televisión abierta, y no tengo la más puta idea de cómo hizo Sorkin para convencer a la NBC de emitirla.
Estamos ante lo mejor y lo peor que ha existido en la tele de todos los tiempos. Es lo mejor porque, como ensayo y crítica, ha sido un ejercicio excepcional. Y también es lo peor porque la tele debe ser un entretenimiento masivo y Studio 60 ha fracasado. No ha fracasado un poquito, sino mucho. El ruido ha sido el mismo que King Kong cayéndose de lo más alto de un edificio.
Recomiendo Studio 60 al que le gusten los engranajes, complicados, de la creatividad en la televisión moderna. Es necesario leer muy rápido, porque sus guiones son texto puro. Dicen que una página de guión es un minuto de aire. Studio 60 tenía guiones de noventa páginas para cuarenta y cuatro minutos de emisión. Enorme, desmedia y global, como la mismísima Divina Comedia.
La serie comenzó a emitirse el 18 de Septiembre del 2006. Está protagonizada por Matthew Perry, Bradley Witford, Sarah Paulson, Amanda Peet y Steven Weber. Después de veintidós ajetreados, discontinuados, negociados, manoseados capítulos, nos dejó para siempre el 28 de junio de 2007, pasando desapercibida para casi todo el mundo. Con las décadas, supongo, se descubrirá que Sorkin —como el Dante— estaba hablando de nuestras miserias con todo el amor del mundo.
YO,PALOMO(PLAGIANDO-EN LA TRANKILA ISLA)
4 comentarios
Palomo -
Desayuno y luego pa la ducha.
Luego mas.
Lord matiz -
Lord camello -
Palomo-GLOSADOR -